marzo 03, 2013

Simultaneidad o ¡¡TODOS VAMOS A MORIR!!



Cuando nos muestran en la tele al típico vagabundo fin de siglo, gritando y vociferando "Todos vamos a morir" alertándonos de un apocalíptico final de la humanidad, el nos está recordando una verdad. TODOS VAMOS A MORIR. No por los zombis, no por los mayas, quizás por una epidemia o una guerra (nuclear o no), pero es cierto que ninguno de los que lee esto vivirá para siempre... al menos en esta materialidad de dimensión. Así que estos alarmistas locos y desadaptados tienen 100% toda la razón en está frase. 

Cuando me siento solo, en noches como hoy, vulnerable y solo me pongo a pensar en la muerte. Los cuentos la naturalizan, como tal. Todos los días mueren personas, mueren hombres, mujeres y niños, por guerra, hambrunas, sequías, catástrofes, asesinatos, suicidios. Las personas inegablemente mueren y esa realidad nos aterra a muchos, a mi principalmente por el miedo a lo desconocido (una conclusión que llegue hace un tiempo, luego de pensar mucho rato en el borde de mi razón y dentro del pánico)

Estaba pensando en que lo más probable en Junio de 2090 yo estaré muerto. No podré hacer planes en caso de que haya un eclipse, un super evento o una fabulosa actividad estelar. Cualquiera sea el fenómeno no estaré vivo para vivirlo. Posiblemente habrán muchos otros fenómenos antes que también me perderé por morirme antes de que ocurran (como puede ser el final de Doctor Who), por lo que mi capacidad de hacer proyecciones deberé proyectar desactivarla en algún punto de mi vida (como los 50 o 60), si es que alcanzo.  

Otra de las cosas más aterradoras es mientras escribo esto, simultáneamente personas mueren (y otras nacen) en los más diversos contextos: la ruralidad, la selva, ciudades superpobladas, familias homoparentales, riqueza extrema, culturas altamente conservadoras, zonas de conflicto armado, casas de toda una vida, islas, ríos, ascensores, hospitales, aviones, trenes, autos, carretas, barcos. Pero lo más llamativo es como las personas vivimos para cumplir lo que hay en medio de estos dos momentos: Nacer y Morir. La simultaneidad de acciones que Siete Billones de personas son capaces de hacer sobre una esfera con 1/4 de superficie poblable ha sido, es y será extraordinaria. Y hoy, con la revolución de las comunicaciones, es aún más sorprendente. Podemos saber los pensamientos de alguien pocas horas de su accidente mortal, ver el vídeo de una madre dando a luz a un hijo que morirá pocas horas después, escuchar la conversación telefónica de una emergencia antes de un asesinato o impresionarnos viendo las fotografías de una catástrofe y los cientos de muertos que puede dejar. En toda la vasta geografía y diversidad del mundo. Todo tras un clic. 

Entonces, como punto obligado de referencia, vuelvo a mi vida.Y me acuerdo de mi abuela y mi madre. "Los muertos con que cargo". Primero recuerdo, como un vivido trauma, los momentos antes de  su fallecimiento. Sus voces, sus miedos. 

Pero luego agito la cabeza y me obligo a buscar las mejores escenas, esas que hacen que mi corazón las extrañe tanto. De mi abuela Rosa: Mi cumpleaños número 6 que mi abuela compro muchas cosas de cóctel y cumpleaños esperando que llegaran muchos amiguitos míos  en los tiempos que me llevaba pésimo con todo el mundo por ser un niñato engreído y pesado. Termino yendo un par de chicos de la plaza, pero pasamos comiendo eso durante una semana. Mi abuela Rosa se reía de la situación. O cuando la iba a ver a su habitación y me hablaba de su Julito Iglesias. Hace 16 años que mi abuela no lo escucha, pero el sigue cantando por este planeta, tercero respecto al sol. 

De mi mamá, la recuerdo acostada al lado mio, yo pequeño, en realidad, yo con cualquier edad hasta los 21 y ella haciendome nanai. Y esa hermosa sensación que nunca nadie ha sacado en mi como lo hacía ella al acariarme el pelo y la cabeza. O cuando me iba a ver al colegio y me compraba algún chocolate. O cuando ibamos al cine y se quedaba dormida, y pretendía engañarme diciendo que vio todo. Especialmente recurdo aquí "La Marcha de los Pingüinos", quizás la última película que vio ella en un cine. Yo lloraba a mares y ella ... roncaba. Yo la despertaba una y otra vez y ella me sonreía tierna y cariñosamente. O cuando acompañaba a mi curso en los paseos, porque quería pasar tiempo conmigo (y yo la evitaba, porque quería demostrar que era un niño grande). Y tantas otras cosas más que a fuego están marcadas en mi memoria. 

Cientos de miles de interacciones así pasan cada segundo, entre madres e hijos, entre esposos, entre abuelos, entre primos, entre amigos e incluso entre desconocidos. Historias que le dan sentido a este paréntesis que es el vivir. Que son simultaneas, que son intensas, que compartimos leyéndolas en un libro, contándolas en una cena, recreándolas en un videojuego, imaginadolas en una partida de rol, o viviendolas, para luego contarlas una y otra vez. Está mágica simultaneidad, que nos convierte a todos hoy lo que pueden leer esto mientras estamos vivos en contemporáneos debe ser la cosa más loca del existir. Tan loca que logra difuminar ese miedo, esas inquietudes, esas perdidas y fantasmas, permitiéndonos adquirir nuevas historias. 

Hay un verano en mi vida que me pase imaginando más de 1000 formas en las cuales me podría morir. Fue super catartico. Aún no tenia blog, ni diario, solo las imaginaba, en las micros, en las noches, en los sillones sentado y las visualizaba como ficciones. Me daba miedo, pero de a poco logre darme cuenta de que la manera de morir es tan diversa como los humanos en este planeta. De ahí mi reflexión paso a que quiero hacer antes de morir, onda, en ese momento que sabes que te vas. Y aún no lograba enfrentarlo sin tener un ataque silencio de paranoia profunda, o buscando como cambiarlo. 

Pero, recordando palabras de mi mamá, ella me decía muchas veces que quería morirse, para irse con mi abuela. Imagino, que cuando le llego su momento y el aire no le llegaba, se ahogaba en su camilla mientras yo la miraba a 8 metros y los paramédicos sacaban a todos los pacientes de una habitación a la que no alcance a ingresar, imagino que mi mamá tenía en su mente al menos una imagen, una voz, una sonrisa en su pensamiento de mi abuela y mi abuelo, de los que esperaba encontrarse "detrás del túnel" y que le permitieran irse en paz. Creo que esa idea debo tener, si es que cuando me toque morir, tengo la oportunidad de armar un último pensamiento, sea la caricia de mi madre y la sonrisa de mi abuela, quienes, tal vez, nos están esperando junto a todos los millones que han pasado por aquí antes, tal vez, en un lugar mejor. 

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