Una reflexión en otra noche como tesista dentro del edificio.
El Luis Cerutti es
(todavía) el edificio principal de mi facultad. Durante la
construcción de mi proyecto de tesis y de mi seminario bibliográfico
tuve que sacarle tiempo al tiempo y quedarme hasta muy tarde
haciéndolo. Esto porque me era imposible organizarme para tener
resultados y productos suficientes y capacidades dirigenciales y de
ayudante en terreno en el mismo tiempo a la vez. En estos días fue
cuando me volví mono y el biotopo comenzó a quedar de lado por mi
falta de organización.
Lo interesante es ver
como mi facultad se transformaba de noche. Sus pasillos poco
iluminados; las leves goteras que provenían de algún descuidado
baño, el silencio y la oscuridad entre las banquitas, los pastos y
las salas unos metros más allá. Y yo en el Laboratorio dandolé
duro al teclado y destacador, peleando contra papers fomes y mal
escritos para darlé(me) coherencia a un texto del cual (aún) me
tengo que enamorar. (o encontrarle la gracia más allá de mi
aprendizaje)
Entre todo esto el
edificio tomaba una atmósfera fantasmagórica a medida que las horas
pasaban. Las 20:04, las últimas personas saliendo del edificio.
Cambio de turno en Mayordomia por el guardia y aún gente en el
diplomado. Las 22:36 Y las personas salen del diplomado de buenas
prácticas farmacéuticas. Risas y pasos dos pisos más abajo y yo
con gimp girando una enzima mientras el pc se pega por la ridícula
calidad gráfica del archivo original. Las 23:14 y yo ya no debería
estar ahí. Sigo leyendo y destacando. Colocando un superíndice más.
A las 00:58 el sueño comienza a caer y recordaba que tenía el blog
tirado y me daba un poco pena. A las 01:23 alguno de los muy nobeles
guardias hace la ronda y se percata de la luz y el ruido. Toca y
aparezco yo con cara de “Hombre haciendo ciencia” y la pantalla
con twitter abierto. Me preguntan mi nombre completo y si tengo
permiso. Digo que se me paso la hora (claramente miento, ya era como
la quinta noche quedándome en la Facultad ese mes). Me preguntan
cuanto me queda. Pienso en mi documento y no le veo ni el 30% listo.
Respondo “poco, salgo en 10 minutos” y a la media hora estoy
abajo con la mochila enfrentando Independencia a las 2 am. Otra noche
más en mi vida de tesista sin tiempo.
Dentro de estás noches
conocí una bien particular a José Manuel. José Manuel es español
y tiene 2 hijos. Fue militar en España y luego de algunos viajes que
nunca detalló vino a Chile, donde se enamoro, hizo familia, se
desenamoro y luego termino yendo y volviendo de la Madre Patría.
Trabaja de guardia en la facultad por $248.000 pesos chilenos. Con un
turno de 20 a 8 dos días seguidos y un tercero y cuarto libres. Lo
conocí cuando coloque un cuadro que tiene el Profe Gerald, una
reproducción barata de “El caballero de la mano en el pecho” de
El Greco, creo. Una de las primeras noches que me toco la puerta se
quedo conversando conmigo respecto de el cuadro, literatura y arte.
Estuve como hora y media conversando con él en el laboratorio.
Tomamos un café y luego decidí partir (uno sabe ya cuando su
cerebro queda como mayonesa de tanto pensar).
José Manuel siempre fue
extremadamente amable y cortés con todos. Nunca me hizo problema al
quedarme (no como el otro no-tan-simpatico nochero del Cerutti).
Siempre que bajaba me conversaba de como estaba y de que hacía. Me
hablo de sus tiempos de militar y de como Chile es un país donde la
gente no confía, teme, no se respeta ni valora. Se subcontrata
porque nos tratamos como animales y que la crisis europea es porque
la gente, con otra cultura y forma de vida, veía amenazado su forma
de vida comunitaria y que era momento de remendar. Me contó lo bueno
y malo de su país de origen también y que estaba en Chile por sus
hijos, con los que salía al cerro, a los museos y al parque en
Santiago. De como disfrutaba la parte suave y bien cuidada de
Santiago.
Luego paso el incidente.
A José Manuel le descontaron una plata de llamadas ($23.000) por
unas llamadas que no hizo. El, subcontratado por una empresa de
seguridad que contrata la facultad por varios millones al mes, había
sido culpado de algo que no hizo. Aquí las conversaciones se
volvieron un poco más tediosas e insoportables. Se convirtieron en
una queja constante, “una infelicidad que ellos quieren hacerte
sentir” como decía. Esta
situación me hacia lamentar su penuria y escucharlo, pero más
que ir a preguntarle que onda al viejo de Renato Lobos (administrador
de la facultad) poco más pude hacer.
Cuando ya se volvió el
único tema en un mes prefería irme temprano si podía y saludarlo,
pero no toparmelo por mucho porque empezaba con lo del teléfono, lo
que lo volvió monotematico y cargante. Quizás debí habérselo
dicho, pero prefería darle animo en su lucha y que denunciará a la
dirección del trabajo.
Al final le quitaron esa
parte de su sueldo (si analizamos bien, es el 10%) y el termino
renunciando, creo, a comienzos de Agosto. Desde entonces las noches
en el Cerutti no son lo mismo. Veo a unos 3-4 cabros jovenes a cargo
de la puerta, viendo la tele, conversando por el teléfono de la U y
paseando cada 10 minutos sin entender nada de lo que ven: Matraces,
sombras, equipos y una facultad de ciencias químicas.
Hoy me pregunto, que
estará haciendo José Manuel con su vida hoy. Puede que este
viviendo en el sur, con una pega más tranquila, con sus hijos y sin
el jugo de la subcontratación ni de las noches silenciosas y frías
del Cerutti. Pero me alegro que como otro español, “El caballero
de la mano en el pecho” haya mantenido su dignidad.
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