En algún momento pasaron cinco años. Cinco años desde que estaba en cuarto medio y me encontraba corriendo por los patios remodelados del colegio antartica chilena, llenos de gente conocida, con las marcas de una toma marcadas en la cancha techada y recubierto por los pasos de infantes, niños, puberes y jovenes que nos formamos en esas salas, con esos profesores, en los tiempos que pisaba rápido y fuerte por Vitacura.
El miercoles volvi a aparecerme en el colegio. Converse con la Profesora Veronica Inostroza, con la Tía Loreto con la que supe que la Jesús se va a casar. Me acompaño Paula, la novia de Gonzalo. Fue una tarde en que el sol golpeaba fuerte mientras me perdia el paseo a Cartagua, tan propio de la Universidad. Quizás para evitar sentirme viejo frente a los mechones; Pero a pesar de los halago de mis profesores como alumno ejemplo, las sinceras sonrisas al saber que me ha ido bien y que estoy en el Senado Universitario, cosas gratas que se mezclaban con un "te ves más hombre" y "Estas conviertiendote en lo que todos imaginamos" cosas gratas pero no asumidas.
El lunes pasado cuando ingresaron los mechones a clases tuve la misma sensación de verme en sepia, como si fuera de otra dimensión, como si estuviera vencido. Ellos no se percataban de mi por más que los chicos de segundo año se motivaban conmigo. Solo Belen me pesco en un comienzo, simpatica y enigmatica, cosas que tenemos los número uno en química... extraños y enigmaticos.
Lo cierto es que los enigmas que pudieron haberse hecho sobre mi y mis potencialidades en la Universidad están en gran parte resueltos. Incluso muchos de mis enigmas que imaginaba cuando estaba en las salas de Vitacura mirando a calle San Felix.Los pasos en la Universidad han sido más rápidos y menos firmes, pero con todos me he embarrado de experiencia al darlos. Son intensos, duros y emocionantes, de esas cosas que dejan marcas en el rostro y en la vida. De esas cosas que nos cincelan y que cuando uno lleva cierto tiempo se hacen notar.
Desde la practica que me miran con esa cara de tener pinta de color sepia, como si el salir de la Univesidad nos volviese personas grises entregadas como sacrificios al sistema, como si el hecho de estar en quinto, sin importa la edad, fuera una prueba de haber superado gran parte del camino de la vida. En parte es cierto. He caminado gran parte del camino de la vida Universitaria con muchisima suerte y muchas ganas. Tanto que ese barro que me recubre luego de saltos y corridas por la Universidad se nota y me ofrecen y ofrecen proyectos, tentadores todos y que ahora debo aprender a decir que no.
A pesar de lo que dicen en el colegio, los mechones, mis amigos de otras carreras y en mi practica me niego a aceptar que estoy viejo, me descoloco, y aunque me confunde, no me parece así. El costo de obtener la licenciatura es, al parecer, obtener el estado de reliquia universitaria, el decir que voy en quinto ha llevado a creer a la gente que tengo 25 o 27 años cosa que de verdad me desconcierta. Es cierto, en Chile es muy frecuente salir a esas edades, pero con ganas, suerte y empuje uno logra avanzar para salir aún joven y pluripotente.
Pero la sensación persiste, persiste como el marcador indeleble que no se borra ni con ácido y que perdura, como si este tiempo hubiesen sido un milenio entero y frente al mundo uno este en condiciones de desaparecer. Mi rostro quizás ha cambiado, pero mi esencia sigue teniendo las ilusiones de los diecisiete.
Esa sensación me ha rondado estas semanas y esa sensación es la que quiero quitarme de encima. Grande, pero no viejo. Creo que en ese estado de la carrera estoy y mientras, seguiré corriendo ya que me quedan aún dos años más que regresan en dos semanas más...
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