Publicada en Octubre, 7 de 2014 en Sentidos Comunes
Existe un sentido común de que la ciencia es algo solo para algunos. Unas pocas personas, que generalmente parecen ser inteligentes, poco sociables, un poco “nerds” y que viven encerrados en laboratorio o talleres en centros de alta tecnología en mayormente países desarrollados y que son quienes son los únicos que pueden hacerse preguntas sobre la naturaleza del mundo. Esta idea es una extendida caricatura que esta edición invita a contrastar.
La Ciencia y Tecnología de punta también ocurre en Chile hoy. No solo tenemos una enorme historia, muchas veces desconocida, desde los naturalistas Molina, Gay, Domeyko hasta el papel de científicas contemporáneas como Cecilia Hidalgo, María Ruiz o Ligia Gargallo. Si no, que han sido miles los chilenos que se responden preguntas fundamentales por todo el territorio. Los científicos son también personas que tienen que criar sus hijos, cumplir en el trabajo, darse tiempo para el amor, cosas que no se ven en las ascépticas laminas de experimentos, los papers o las conferencias científicas.
En Chile, según cifras de Scimago, hay aproximadamente 13000 científicos en todos los campos, más 3500 doctorandos en formación (en Chile o el extranjero, pero todos financiados por Chile), pero la distribución de esta ciencia es desigual, centralizada y altamente disperdigada por la falta de una institucionalidad que medie criterios y financiamiento a largo plazo. La inserción de los nuevos doctores es uno de los próximos desafíos a enfrentar por la educación terciaria, donde en los próximos 5 años, llegará el mismo número de doctores que ha tenido Chile en toda su historia anterior. La calidad y excelencia de estos profesionales será mediada por la posibilidad de hacer carreras y llevar a cabo proyectos de investigación de calidad mundial en Chile. Esto es un desafío constante, considerando que menos del 0,5% del PIB hoy se destina (entre los programas de distintos ministerios) a la investigación en ciencias naturales y sociales, tecnología y humanidades. Los países de la OCDE se situan cercanos al 2% en promedio de sus PIB.
Estos 15000 científicos no son un mero conjunto de “nerds” que necesitan financiamiento para vivir encerrados, si no que son más bien personas apasionadas y entusiastas con ideas que los mueven por y para todo, son ciudadanos que como tantas otras comunidades han sido postergadas en los sistemas del estado, que deben pasar muchas veces más horas solucionando conflictos burocráticos con su beca o su fondo de investigación que realizando su pasión y que están dispuestos completamente a compartir sus conocimientos, no solo en papers a una comunidad científica encerrada en editoriales restrictivas y usureras, si no que con la población, a través de proyectos de extensión, charlas, ferias y clases.
La educación y la ciencia están fuertemente ligadas en Chile. No solo porque el 90% de la investigación nacional proviene de las universidades (10 en particular). También, el avanzar en educación científica es clave para que la imagen del científico nacional se transforme, desmitificándose, desmistificandose y democratizándose, para empoderar niños, jóvenes y adultos con las herramientas del método científico y el proceso tecnológico. Este desafío es algo que en algunos científicos nos hemos ido imbuyendo cada vez más, como también, es como país debemos abordar frente a la crisis en la calidad de la educación. La Ciencia y la Tecnología son una estrategia de vida que nos entrega herramientas para cuestionarnos el mundo en todos los niveles: los seres vivos, lo material, el espacio, el planeta Tierra, el cuerpo humano… para encontrar respuestas a la mayoría de las preguntas, sean fáciles o díficiles; para encontrar soluciones creativas a nuestros problemas, basados en la razón. Y en Chile las preguntas sobran.
En esta edición esperamos hacer reflexionar sobre la Ciencia y Tecnología Nacionales, sobre su vinculación con la política, el arte, la educación y también de que está practica se mira a si misma de diversas maneras, con múltiples motivaciones, pero esencialmente, con el motor de la curiosidad por el conocimiento que todos podemos despertar en nuestras vidas. Quizás esta edición es un llamado a reflexionar sobre cuanto reflexionamos y como podemos hacerlo más y mejor, para comprender mejor nuestro planeta, nuestra tecnología, nuestras ciudades, nuestro cuerpos y nuestra vida. Porque está en nuestra vida, y está en nuestro futuro.
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