Una de mis hipótesis al dejar el
Senado Universitario fue que caería en mi la “SUPERDEPRESIÓN”
que no me cayó con la muerte de mi mamá el 2010. En ese momento
justo cuando paso todo lo de ella, fue simultaneamente el momento en
que entre a ese cargo, me atocigüe con ayudantías y mis prioridades
estaban lejos de ser yo. No estaba pensando en nada. (Aunque eso no
mermo el egocentrismo de mi discurso y en ciertos momentos lo
monopolizo).
De a poco me di cuenta de una cosa. Qué
algo se había ido de mi. No sabía que, ni donde estaba, pero que no
tenía las mismos intereses de siempre <Estás creciendo, está
bien> decían. Pero Renzo Alonso no dudo en decirme <Andas
distinto, andas lejano, como si tu ya no fueras el mismo. Estás
mal>. Pero seguí escudandome en mares de responsabilidades, en
hacerme un montón de cosas para no pensar ni sentir. Para no leer,
escribir de otros temas, para alejarme de mi, desentenderme y
eludirme. Claramente ese algo era mucho más interior y peligroso y
enfrentarlo no sería fácil.
Cuando entre en Abril pasado a comenzar
mi tesis el desencanto rodeaba todo lo que veía. No quería nada,
sentía que estaba “chato y no quería nada”, pero seguía
envuelto en tantas cosas que no habían muchas formas de escaparme de
una maquina de responsabilidades que yo mismo me construí. Sentía
poco e incluso comencé a dejarme llevar por experiencias más
físicas que mentales, más sociales que espirituales. Algo que va en
contra de mis propias creencias sobre como vivir mi vida. Comence a
llevar una vida de riesgos futiles y experiencias fugaces, combinadas
con el profundo deseo de reconocerme que se estaba acumulando dentro
de mi. Encontrar que cosa no estaba. Lo cierto es que sentía que
algo en mi me tiraba para adentro, me hacía un vacío y terminaba
mecanizado.
Un día conversando con (Ignacio) Chi
lance lo que pensaba, cual corriente de la consciencia, de lo que
estaba haciendo por esos días. Lo que pensaba de la tesis, de las
ayudantías, del senado, de la gente y por sobre todo, de mis propias
metas. Las cosas estaban por explotarme en Junio. Lo cierto es que mi
termino de periodo lo asumí (desde Abril) como un momento de cambio
y de bajar el ritmo. De enlistar MUCHOS pendientes que uno siempre
acumula e ir tratando de superarlos. De limpiar mi cabeza y
despejarla y desarrollar procesos pendientes, inconclusos o a mal
traer. Meterme esta idea de tomar otro ritmo fue como inyectarme un
sedante suave y punzante que detuviera mi lengua antes de tomar más
responsabilidades y desafíos.
Luego vino el momento en que me detuve.
Mire a mi alrededor y la maquina que yo mismo construí no se detuvo.
Me deje tensionar por ella, elongando mis capacidades a tensiones
desconocidas, provocando un periodo refractario en el cual solo me
deje llevar. La inflamación posterior de mi cabeza me hizo volver a
dudar de todo y especialmente de una cosa: de mi mismo.
Dicen que el dudar puede ser un acto de
inteligencia. Lo malo es que cuando estás dentro de la duda la
incertidumbre puede comenzar a consumirte y encerrarte en una especie
de desesperación insana que colme tus pensamientos. De aquí, solo
un paso recursivo nos vuelve a una espiral descendente de dudas y
pensamientos en donde lo menos que crees es que podrás seguir
haciendo las cosas bien.
De estás historias casi un año... Y
recien ciento que la motivación me está volviendo, aunque la tesis
le queda su buen resto tiene un sentido en mi vida y he disminuído
(hasta ahora) el número de responsabilidades. Espero que las
próximas semanas sean semanas de ordenar lo que viene, lo que quiero
y lo que puedo hacer. Espero comenzar a dormir menos, pero por que
estoy volviendo a realizar cosas que me gustan... Y que esa corriente
de la consiencia sean nuevas ideas que disparo para un mundo mejor.
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