enero 06, 2010

Un pichintún de encanto


by David Pineda @pineiden
Al tedio de las actividades cotidianas y que terminan siendo forzosamente repetitivas, que nos van encerrando en lo placentero de lo inmediato con el fin de no reconocer y llegar a reflexionar sobre lo que hacemos, para qué y porqué lo hacemos, se hace necesario parar unos momentos, despegarse de esa neurótica línea de sucesos a los que nos aferramos, apagar la tele, la computadora, dejar en off el mp3, quemar los diarios, cerrar los ojos y salir. Salir a darse un respiro de aire fresco, mirar lo que se mueve por las calles y sonreír.

Cambiar la cara y refrescar ese rostro sometida a las extrañas labores a las que nos embargamos cada individuo y, tal vez, contabilizar las cicatrices infantiles, heridas ocurridas cuando jugábamos con amigos que ya ni vemos, amigos olvidados de tiempos tremendos, donde todo era más inmenso de lo que es ahora.

Por eso quiero entrar al ojo del huracán, para encontrar la calma y rescatar lo que me hace. ¿He cumplido con lo que quería de mí cuando niño?Algunas cosas, otras están pasando al lado de la utopía porque me he dejado llevar por la inercia de las masas. Un ojo sonríe, el otro llora.

Pero, lo importante es aroma, los sabores que perduran y se pueden rescatar de la memoria colectiva. Los recuerdos quedan doblemente escritos si vienen con buenos aromas y sabores. Todo esto es lo que nos hace, pero además somos lo que queremos de nosotros, una vida más cómoda o una vida llena de aventuras. ¿Con quiénes?¿Dónde encontrar las mejores historias para contarlas a nuestros amigos?

Hay algo entonces que rescatar de todo lo anterior, que somos más complejos de los que pretendemos, que nos hacemos, encontramos nuestra identidad en base a lo otro, a los otros de los cuales su identidad se construye con los aportes apócrifos del resto. Es el bien común lo que nos sostienen como un todo y, aunque lo olvidemos, siempre está presente esperando a que lo fortalezcamos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

el constructivismo utópico, la épica delirante

 Porque dejar que las cosas buenas se vayan. O quizás, es tiempo de regresar al texto. 

Hackear el marciano

Hackear el marciano