noviembre 29, 2011

Casi seis meses de toma en Alameda 1058

Siento un vacío en los pasillos. Una deconstrucción iconica, una solapamiento de los procesos, de los espacios, de las letras, los mensajes "no a la jota" "A" "Nos vendieron" en paredes amarillas y escaleras polvorientas. La cochina tiene cientos de cosas desordenadas. 

Ya no son los tiempos donde la Feru, la Karin y la Karla limpiaban consciensudamente el arte de Italo. Hoy es una tela abierta y dispersa que cada comida se expande un poco más, se ensucia y se profundiza, como un cuadro plástico de comida en el espacio, de vapores de mani y olores a paprika, ajo y morron. 

Los pasillos están frios, aislados y aunque hay gente el silencio que reina hoy se contradice a ese espacio de encuentro interdisciplinario que hubo en Junio, Julio y Agosto. Los pilares muestran las marcas de desconocidos ciudadanos que plasman sus ideas en las grietas de la Gran Casa. Las paredes son testigos de las manchas de grasa y pintura y los balcones están recubiertos en frazadas y sacos ventilando las más diversas aventuras que algún descuidado compañero dejo y no volvió a buscar. 



La Sala Eloisa es un dormitorio comunitario, que parece una gran carpa y un gran estacionamiento a la vez. Una simbiosis metastica de sillas, telas, sacos y mochilas, pero solo unos 12 cuerpos roncando por la noche allí. Hay más en la Churri-Cueva en Antumillas que en la sala que cubre con dos X de maskin-tape los ojos de la Primera mujer médico. ¡Valgame Dios lo que vería si no los tuviese tapados!

El Patio Domeyko es un esqueleto, un sitio de ensamblaje perenne y cuya escultura central está transmutada en un busto de Eduardo el Endeudado. Las cajas de reciclaje y los papeles en el suelo contraponen el dicho con el hecho, la idea con el acto. 

El Hall es un lugar repleto de paneles, fotos, recortes como un gran collage que tiene escritorios estancados, como si fuera Avenida La Paz. Platos y vasos, cajas de libros, apuntes y muchas cosas extraviadas. Ya no hay seguridad, el espíritu no da para los veintialgo que pernoctan aquí. Solo pocas almas se aventuran a pasar de largo y lejos de la fría entrada de dos anchas puertas. 

El Salón de Honor luce escueto su nombre. Tiene su mural intacto, pero el piano ha sido tocado por más de 1800 manos. En algún momento se hizo tela en el Salón de Honor y cuando aún se atravían a entrar colectivos a este lugar se hacían allí reuniones de Plesbicito ciudadano o de convocatorias de organizaciones comunistas, libertarias o populares.Hoy es lugar reservado para las asambleas de Toma. 



Y el Frontis lo recubren nuevos lienzos, con formas menos rígidas, curvas y trazos más dispersos, con más convicción, pero con colores más tenues y dispersos. El Sol le ilumina de diferentes maneras difuminando las ideas y recordando las consignas de un movimiento que con cada día que pasa pierde más adeptos y gana más frustrados... 

Y el icono genera contradicciones, conflictos y desconexiones. La comunidad dividida en lo que hay que hacer, un pleno con señales confusas y con una impresionante incapacidad política y 20 estudiantes dispuestos a darlo todo por levantar este espacio... Y yo, el único pelmazo que se queda a conversar con los tomistas, saber que piensan y que creen... Pero aquí falta sincerar opiniones, que la FECH se haga cargo y que la toma a) se la empoderen nuevos y más estudiantes b) Se baje dignamente. Me inclino más por la segunda el día de hoy, mañana, no se. 

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 Porque dejar que las cosas buenas se vayan. O quizás, es tiempo de regresar al texto. 

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