febrero 26, 2011

La hoguera que a todos nos quema


Acabo de terminar de leer la tercera antiutopía de la Literatura del Siglo XX. Ray Bradbury, uno de mis autores favoritos me deslumbro en un centelleante y fugaz relampago de ideas con Farenheit 451. Con esto termino mi lectura de Huxley, Orwell y Bradbury, la triada de las antiutopías, que amenazan social, cientifica y culturalmente al hombre con la manipulación, la divinización y la censura del hombre.

Si pienso en estos libros escritos entre los años cuarenta y cincuenta(?) y lo comparo con la sociedad actual, en los tiempos que muchos proyectaron estas fantasías me encuentro con otra clase de escenario. Aún no somos capaces de manipular lo que somos geneticamente (más por el debate etico que por la falta de ciencia) pero no dudo en que hay grandes poderes planeando en una sola mente hacia donde debemos ir los seis mil millones de personas que compartimos el planeta. No dudo tampoco en la censura, más aún en la manipulación intelecual de las personas mostrandonos las cosas que son “importantes” en apariencia por la pantalla del ordenador o por el titular de LUN, entregandonos esa “crucial” información para “sobrevivir en la sociedad contemporanea” olvidandonos de pensar, e incluso, de sentir.



Siempre he creído que soy un observador, quizás por eso adopte abiertamente el apodo de marciano (que muy pocos pronuncian) También por eso, por miedo a no poder observarme evito uno de los somas de nuestro tiempo: El alcohol. Quizas por miedo a hacerme más estúpido, ignorante y falto de críterio. Me basta con sobreestimulaciones de cafeína rutinarias (y que he extrañado ya patologicamente estos dos meses). Y aunque somos muchos los que tratamos de pensar, de construir ideas nuevas, mundos mentales, soluciones ingeniosas, frases originales poco es lo que podemos hacer ante un mundo que te muestra “como igual” pero te trata como “diferente” al primer escape de la norma. Vivimos en una sociedad fría y plástica donde al viejo, al niño, al obeso, al muy delgado, al que come solo vegetales, al que toma demasiado, al que lee, al que no le gusta lo que al resto le gusta, al que calla, al que mira, al que camina en la lluvia, al que tiene miedo del futuro, al que se equivoca, al que es bueno en matemáticas y al malo en ellas, al que pisa fuerte y habla alto, al que le toco nacer lejos de las ciudades como al que la raza no le favoreció lo discriminamos. Nos discriminamos todos con todos por nacionalidad, credo, orientación sexual, posición política, equipo de fútbol, vestimenta que usamos, autores que leemos (si es que leemos), música que escuchamos y/o color favorito. Nos gusta ser diferentes, tener esa autenticidad que hace tan notables a héroes en los libros, a los rockeros tan inolvidables y a los actores tan añorables y nos cuenta un montón valorar la diversidad y virtud en quien tenemos en frente. Esto también me pasa a mi, quizás más forzada y explícitamente que a muchos otros.



¿Qué estamos viviendo entonces? Nuestra propia hoguera, una hipercomunicada donde todos podemos hablar a la pantalla. Algunos nos escuchamos, respondemos a los gritos que lanzamos en cientos, miles de mensajes. Recuperamos la humanidad comunicandonos, acariciandonos con las palabras, realizando juntas para convertir la virtualidad en carne. ¿Tiene sentido? No mucho, pero a mi me permite encontrar naufragos que piensan en un mundo de las imágenes. Me permite escuchar las ideas de la gente, compartirlas, contraponerlas y aportarlas. Construir una idea colectiva y que a veces, solo a veces resulta.

Estamos viviendo un mundo donde el poder nos da miedo. Nos alejamos de la política, de los espacios de debate por miedo a esa discriminación que no nos hacemos cargo existe. Como en “Mean Girls” cuando el libro de la Hoguera suelta los pelambres más duros de esas colegialas tan acallados y tan ignorados. Todos hablamos a las espaldas de los demás. Si, todos. Si se supiera lo que decimos de los demás detras de ellos sería como un apocalipsis núclear en sus vidas.



Entonces ¿Qué hacer? Creo que la diferencia esta en ser sincero, directo y explicito. Muchas veces omito las cosas que pienso por la felicidad de otro. El masoquista social con el que coexisto en mi cerebro me calla en los momentos precisos para decir algo que pienso, pero cuando ya agarro confienza me suelto y lanzo las cosas como un lanzallamas en una lluvia de keroseno, en una lluvia de keroseno, EN UNA LLUVIA DE KEROSENO.

Y muchas veces me quemo hasta yo mismo, de lo estúpido que soy.






Y mientras, los salvajes, esas gentes que desconocemos viven sus mundos simultaneamente, en silencio, sin vociferar, sin pensar que daño generan en otros, que cosas provocan, ni lo que comen, ni por donde caminan, ni lo que ven. Sólo lo hacen, como si alguen quisiera que lo hiceramos, así no más. Creo que nos faltan los porques. Los porques que los tres libros buscan en tres dimensiones paralelas y ficticias y que hoy NO TENEMOS. Esos porque que abrieron en el Renacimiento y la Ilustración la ciencia, la sociología, la filosofía contemporanea, la democracia, el arte, la música, las matemáticas, la geometría, el derecho y el conocimiento que hoy sistematizamos y nos da de comer y les da de comer.

Esos porque faltan en la sociedad. Como ¿Porque si somos un país laico vivimos en una sociedad monogama? ¿Porque si Chile cuenta con condiciones suficientes para ser energéticamente sustentable mezclando hidroeléctricas, geotermicas, energías solar, núclear, mareomotriz y de biomasa, seguimos dependiendo de los combustibles fosiles? ¿Porque no hemos planificado la ciudad para que hayan los colegios suficientes, los hospitales necesarios, las casas que faltan? ¿Porque no nos horrorizamos con la muerte en las guerras y si con la de los atentados? ¿Porque debemos dedicarnos a lo que estudiamos en la Universidad? ¿Porque tenemos que ir al colegio? ¿Porque lo público no puede ser gratuito? ¿Porque las cosas duraban más antes que ahora? ¿Porque en tiempos de exactitudes y certezas seguimos creyendo en el mito y la opinión? ¿Porque el ser humano es egoísta por esencia? ¿PORQUE TEMEMOS A LOS DEMÁS SI TODOS SOMOS PARTES DEL MISMO MUNDO? ¿Porque no les hablamos? ¿No les sonreímos? ¿No les escuchamos? ¿ACASO NO SOMOS FELICES? ¿ACASO NO SOMOS FELICES? ¿ACASO NO SOMOS FELICES?... ¿Que nos falta y como podemos lograrlo?

Con una bala, con una sobredosis, con el halo de una bomba que irradia momentaneamente lucidez o algo que siento debo llamar así salgo de mi oscurantismo intelectual, de “mi rutina”, de mis personajes para reflexionar. Creo que todos los hacemos, creo que la mayoría no lo plasma en papel, ni en audio, ni en video con los medios modernos. Pero creo que aún todos podemos revelarnos. Aunque creo que nos revelamos al preguntar y que pregumtamos pocos. Todos preguntamos poco y tenemos tantas cosas por las cuales preguntarnos. Pero esa sombra, ese “Gran hermano” que nos mira socialmente, que nos persigue en cada cena familiar, en cada caminata por el parque, en cada comentario en nuestra red social, en cada instante sobre una cama con alguien nos cohibe y nos reprime, nos excomulga por la pregunta y la deja pasar volatilmente como los productos sobre la banda, sobre el infrarojo de un supermercado, sin detenernos a verlo, a darle una vuelta, a encontrar su codigo de barras, su información nutricional ni su peso neto. Solo lo dejamos pasar por miedo a preguntar, por miedo a parecer distinto.

Creo que los tres libros, en conjunto, me impulsan a ser diferente. La Universidad en cuatro años me ha moldeado más semejante al mundo de lo que el colegio pudo en catorce años. Quizás por que me maravilla tanto conocimiento y me dejo quemar, como el sol quema, como la gente quema y transforma y erosiona y mella y talla y esculpe ese miedo, esa mascara que nos aleja de lo que somos, siendo preciso, de lo que queremos ser, queremos esculpir en nosotros.



Lo bueno, lo que me recuerdan Montag, Bernard y WInston es que podemos escapar. Podemos echar la palanca de cambios en reversa y acelerar hasta volver al origen, un origen que describe @elquenoaporta en una reciente columna en el Post. Podemos pelear contra todos, pero siendo consientes que nuestro mundo, nuestra comoda posición se desequilibrará y todo se volverá tormentoso y díficil, verdaderamente díficil (no como los problemas por el crédito, las peleas con amigos o las malas notas) Se volverá una guerra, una guerra que podemos ganar o perder, una guerra que es tan real como el escape del salvaje, como la persecusión del sabuezo y como los profugos de la policia de la verdad. Una guerra que es digna de vivirse, digna de morir por ella.

Desde hoy comienzo mi silenciosa guerra contra el mundo del silencio, las categorías y las pantallas.
Es el primer día del resto de mi guerra contra el mundo.
Yo soy un guerrero marciano. Nunca nada más me detendrá.

1 comentario:

el constructivismo utópico, la épica delirante

 Porque dejar que las cosas buenas se vayan. O quizás, es tiempo de regresar al texto. 

Hackear el marciano

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