enero 11, 2010

Guau!

Tengo ciertos remordimientos con esto, adentro, como un proceso incompleto y un poco insano, pero como muchas cosas escribiendo toman más sentido. Yo y los perros hemos tenidos altos y bajos, y a pesar de no acompañar a ninguno en particular en estos tiempos siempre están cercanos y latentes en mi vida.

A muy temprana edad, cuando Martín no era ni la eme de su nombre les tenía miedo. Mucho miedo, tanto que si oía un ladrido por fuera de la casa de vitacura yo salia corriendo despavorido a la falda de mi mamá. Más de una vez lloré por que ví un can que me miraba feo, feroz y salvaje T_T …

Como a los cuatro años mi mamá llevo a Chayanne, cuya raza no la recuerdo, pero tenia un pelaje café claro, de tamaño mediano, muy vistoso, alegre y jugueton. El comenzó a quitarme el miedo a los perros, aprendí a confiar en él. Un día el salió de la casa corriendo... Nunca más volvió, me dijeron que se había escapado... Años más tarde me entere que en esa salida se lo robaron.

Al poco tiempo llego, casi junto a mi hermano la Lucero, perra blanca de raza Shubak (eso según mi mamá, que también afirma que es de origen Yugoslavo) Ella nos acompaño muchísimos años (hasta mis trece exactamente) Era tranquila e inteligente, cuidaba de mi y mi hermanito y nos protegía de los malos.

Como todos los perros, creció más rápido que los humanos y al año mi mamá decidlo cruzarla. De su primera camada nacieron 8 perritos, entre ellos mi Negro, mi propio perro el cual fue el único que no se regalo. Yo le quería mucho, jugaba frecuentemente con él. Se llamaba así por que era negro completo, muy astuto y hábil se escapaba recurrentemente haciendo enojar a mi mamá.

Luego llego a la familia otra hija de la Lucero, la Piraña, en los tiempos que mi abuela ya había fallecido y Jorge Lobos había aparecido en nuestras vidas. Ella nacío en la última cruza (oficial) de Lucero, y esta ya no la pudimos regalar. Jorge se encariño con ella, ellos se entendían a mordiscos y golpes, cosa que al resto no nos interesaba.

El último en aparecer en Vitacura fue el Lobo, un perrito pequeño y adoptado el cuál Jorge regalo a mi mamá. Peludo, tierno y juguetón recibe el nombre por su parecido con Jorge. Según mi mamá “Un encanto”

A los pocos meses nos mudamos a Quilicura. Aquí los perros se pusieron más revoltosos y Jorge los encadenaba con mucha frecuencia, armo un corral enrejado para que no escaparán. El más revoltoso era el Negro, quien caminaba por las panderetas y se metía a la casa de alguna manera cuando esta estaba completamente cerrada a morder mis peluches. Un día, yo iba saliendo a Scout, pase a ver a los perros y mi negro no estaba, pase a decir que estaba escapado de nuevo. Me dijo Jorge muy enojado que estaba encadenado. Salí a buscarlo, corrí para no atrasarme, fui al terreno baldío cerca de Lo Cruzat que estaba detrás de la casa y nada. Vuelvo y no lo habían pillado tampoco. En eso entro al corral y veo la cadena estirada desde la casa del vecino. Me paso y veo el tenebroso y horrendo final. Mi perro estaba ahorcado, sin respirar, con los ojos cerrados mirando al cielo. Muerto y sin movimiento... Lloré toda la tarde, junto a su cuerpo, aún caliente por el sol que le llegaba. Mi perro había muerto ahorcado y no pude hacer nada por él. Un adiós inesperado para mi compañero canino.

Años más tarde, ya viviendo en Santiago Centro la casa se nos hizo chica para tener 3 perros, mi mamá llevo a Lucero y Piraña a la protectora de animales para que le encontrarán otro hogar. Nos quedamos con el pequeño de Lobo quien nos acompaño durante el periodo de mi familia que cualquiera denominaría “Oscurantismo”...

Una tarde al llegar del colegio el 2005 me cuentan de un accidente. Una liebre escolar casi atropella a mi mamá en Maipú con Santo Domingo, ella cayó de espaldas (Cuando aún no era tan gorda, pero si pedía plata en la calle para mantenernos) Eso fue bueno, lo malo es que atropelló a Lobo quien andaba caminando en Santo Domingo con Esperanza quedando gravemente herido. Quedo durante 5 meses sin poder levantar sus patas traseras, arrastrándolas y orinándose. Aullaba desconsoladamente durante ese tiempo en las noches, y escuchaba desde mi camarote sus lastimeros llamados de ayuda. A pesar de que Jorge y mi mamá lo cuidaron, le llevaron al Veterinario y se preocupaban mucho de él estos no pudieron hacer algo significativo para su mejoría y la semana que volvio a caminar tuvo una infección interna que lo mato en un día. Lo enterramos en el poco jardín que teníamos.

Hubieron algunas visitas caninas más en mi familia. Estrella en Quilicura y Almendra en Santiago Centro el recientemente pasado año 2009 (perra que tenia literalmente la cagada en el departamento actual de mi mamá y que me motivo a escribir esta entrada hace ya cerca de 7 meses a mano y que transcribí hoy, cuando me sentí listo). Mi abuelita siempre me dijo que los animales nos protegen, les suceden los accidentes que nos deben suceder a nosotros. Chayanne y Negro eran mis perros, yo era su dueño. A ambos, que presumo que los dos están en el cielo de los perritos les doy las gracias por los buenos momentos de mi niñez. Espero estén bien donde están y de seguro recuerdan al niño que los cuidaba y les quería en esta tierra... Confieso que de repente sueño con el Negro y con Chayanne... Confieso que esas noches lloro en silencio por mis dos perros...

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